El visitante entra en la nave donde contempla un espacio sobrio, depurado, con paredes pintadas de gris oscuro, e inmediatamente queda atraído por la obra colorista de Scharf. Son lienzos circulares con rostros dibujados con spray a modo de emoticonos que se abren a un mundo de emociones; sonrisas, decepción, felicidad, rabia etc; un patrón muy presente en las representaciones del grafitti y del arte callejero.